Interesante carta la del lector José M. García González (“Decadencia”, 21/08), sobre la cual quisiera aportar mi mirada. Platón entendía que la “moral”, no era otra cosa que una creación humana, consistente en patrones universales para juzgar el comportamiento de los mismos seres humanos. Sócrates, por otra parte, es considerado el padre de la ética y de la noción del “Bien”, duramente criticado por Nietzsche, para quien “la moral”, fue una creación o un artificio social para acompañar los movimientos o transformaciones de los poderes reinantes, además de un mecanismo para abandonar aquel estado instintivo de animal. Hace más de un siglo atrás, incluso, ya hablaba de la doble moral. Y nuestra decadencia como república y como sociedad no es fruto de las repudiables imágenes de un indigno Presidente con mujeres, sino las mentiras históricas con las que se fue construyendo sentido común en la mente de millones de argentinas y argentinos. El sillón presidencial lleva el nombre de Rivadavia, personaje oscuro de nuestra historia, cuando ni siquiera fue Presidente. Dictaduras militares - que arrasaron con la Patria al cabo de cinco décadas - justificaban sus aberrantes actos con eslóganes (llamados por ellos “valores”), como el trillado, hipócrita y falso “Dios, Patria y Hogar” y jamás lo aplicaron con ellos mismos. Nuestra decadencia, en consecuencia, comenzó en 1930 con el derrocamiento del presidente Hipólito Yrigoyen y se fue profundizando mucho más, ante cada nuevo golpe de Estado y con cada ciclo neoliberal. Tener los presidentes que tenemos es consecuencia de la decadencia.

Javier E. Guardia Bosñak 

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